Horus, el Señor de la Guerra, el más poderoso de todos
los Primarcas del emperador y el preferido entre sus generales. Horus, el
comandante invencible a cuyo mando se habían puesto cuatro legiones
completas de marines espaciales, el mayor contingente de guerra que nunca
un ser humano había tenido bajo su mando. Horus, el de mayor posición
entre todos los guerreros de la tierra, y el que más bajo cayó, al
vender su alma a los poderes del Caos, levantando en armas a la mitad del
imperio en una sanguinaria guerra civil que produjo miles de millones de
muertes, tanto civiles como militares, y que casi consiguió asestar
un golpe mortal al imperio, que desde entonces yace debilitado por la pérdida casi total de su líder absoluto, el emperador. La historia de
Horus comienza, al igual que la de los demás primados legendarios
(Leman Russ, Lion el Johnson...) en los laboratorios subterráneos
del planeta tierra, sede del naciente imperio terrestre, hace 30.000 años,
cuando el emperador era joven y se preparaba para dirigir sus tropas a la
reconquista de la galaxia. Allí, en las profundidades de la corteza
terrestre, en habitáculos de condiciones ambientales estables,
estaba a punto de completarse un proyecto que había durado décadas,
concebido e impulsado por el emperador en persona: la creación de
un grupo de seres humanos genéticamente perfectos, con todas sus
capacidades físicas y mentales elevadas a la enésima
potencia y que serían la base de los ejércitos que el emperador
enviaría a la reconquista del universo para la humanidad. Por
desgracia, tras tantos años de investigación, todo el poder
científico de la tierra combinado con los poderes psíquicos
del emperador tan solo fue capaz de desarrollar veinte embriones válidos,
cuyo desarrollo final se había comenzado ya. Pero entonces, sin que
nadie lo advirtiera ni pudiera evitarlo, los poderes del Caos, temerosos
de la creación de su enemigo, atacaron en el mismo centro del
imperio y lograron arrojar las cápsulas de incubación al warp,
donde esperaban que se perdieran para siempre. Pero en el warp no
desaparece nada, y con el transcurrir de los años las capsulas
fueron volviendo al espacio real, cayendo en diversos planetas donde los
pequeños bebés pudieron al fin ver la luz del día. Allí
crecieron todos ellos, sobresaliendo entre las diversas culturas entre las
que fueron a parar, hasta que el emperador al mando de las legiones de
marines espaciales (burdas copias del material genético con el que
se había creado a los primados) comenzó a reconquistar más
y más porciones de espacio recolonizando planetas aislados desde hacía más de 300 siglos, con lo que uno a uno fue localizándolos a
todos y encomendandoles la dirección de sus legiones... de este
modo Russ se encargó de dirigir a los lobos espaciales, Guilliman a
los Ultramarines y así hasta que los veinte se encontraron
dirigiendo los ejércitos de la humanidad, arrancando cada vez más
porciones de la galaxia a Orkos y Eldar, iniciando relaciones con los
Squats y destruyendo las fuerzas del Caos allí donde las
encontraran, en un avance que parecía imparable. En esta época,
de entre todos los primados, el que más se distinguió por su
capacidad estratégica y de liderazgo fue Horus, ante cuyos logros
las acciones de los demás primados parecían pequeñas,
por lo que la confianza del emperador en el creció hasta límites enormes, así como el número de tropas de que disponía bajo
su mando directo, que llegaron a ser de cuatro, una cantidad de hombres y
material increíbles, pero que el manejaba casi sin esfuerzo...
hasta que de repente, sin que nadie se diera cuenta, sobrevino el
desastre. Todo comenzó durante la pacificación del planeta
Isstvan III, cuyo gobernador se había declarado en rebeldía.
Sin ni siquiera intentar un desembarco o enviar algún mensaje de
rendición, la flota de Horus bombardeo el planeta desde órbita, destruyendolo por completo en una gigantesca explosión que acabó
con la vida de billones de personas en unos pocos segundos. Tras el
bombardeo un grupo de técnicos logró hacerse con el poder de
una pequeña nave de combate y escapar con ella hasta la tierra con
la noticia de que las tropas del señor de la guerra habían
cambiado, dejando de lado su lealtad con el imperio para formar extrañas
logias adoradoras de ocultos dioses oscuros y poderes satánicos que
les habían prometido la inmortalidad a cambio de su adoración.
En cuanto se dieron cuenta de que habían sido descubiertos, las
tropas de Horus se declararon en rebeldía, lanzando furiosos
ataques contra los sistemas cercanos, y cuando, tras largas dudas y
deliberaciones, cuatro legiones enteras fueron enviadas para terminar con
la revuelta y para traer al Warmaster a presencia del emperador, tras
varios meses de escaramuzas y treguas, las cuatro legiones (World Eaters,
Emperor Childrens, Death Guard y los Thousand Sons) se declararon también
en rebeldía uniéndose a Horus contra el emperador, e inmediatamente
otras tres legiones más siguieron su ejemplo, desencadenándose una
gigantesca guerra civil, en la que las legiones se lanzaron unas contra
otras, consumiendo mundos enteros en sus enfrentamientos, mientras la flor
y nata de los ejércitos humanos se desangraba sin remedio en un
charco de sangre que se extendía por toda la galaxia. Pero poco a
poco, las fuerzas leales al emperador fueron imponiéndose, hasta que en un
movimiento magistral Horus lanzó la mayor parte de sus tropas
contra la tierra, destruyendo sus defensas y asaltando el palacio
imperial, en un intento de acabar con el emperador decapitando así
al imperio en un solo golpe de mano. La historia de la heroica defensa del
planeta ha sido registrada y contada innumerables veces por los
historiadores imperiales, pero baste decir que tras meses de furiosos
combates sin esperanza el emperador en persona, junto a un destacamento de
sus mejores soldados se teleportó a la nave del señor de la
guerra y le derrotó en combate personal, aunque a su vez quedó gravemente herido, de tal forma que su cuerpo tuvo que ser introducido en
una máquina de soporte vital hasta la época presente. Por su parte,
para las tropas rebeldes la muerte de Horus fue la señal del fin, y
tras embarcar en sus navíos, los marines traidores se alejaron
hacia el ojo del terror, dejando abandonados a todos los humanos que les
habían apoyado, preparándose para combatir para siempre al imperio,
cuyo futuro se veía incierto tras la pérdida de su líder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario